LA PLATA Mexicana
Durante cuatro siglos, la plata mexicana ha servido para enriquecer reinados e iluminar el rostro de muchas mujeres; que si bien ha sido explotada por otros países, México tiene el arte, esa chispa para darle mil formas a la joyería, incluso mucho antes del mestizaje. Sólo nuestros arteasnos poseen esa sensibilidad para moldear infinitas piezas.
Famosas son las historias de la ruta que ha seguido la Plata Mexicana, sin faltar en ellas los duendes, las tragedias y la tradición. Desde la corte de Carlos V, hasta el rostro de la Malinche, quien fuera la pareja azteca del conquistador Hernán Cortés, osado español que cargó sus galeones con lingotes ofrecidos a la corona de Isabel la Católica, la reina peninsular.
Antes de la Conquista, los indígenas habían aprendido a extraer la plata de sus montañas por medio de un método sencillo: calentaban con leña, durante horas, la falda del cerro hasta que éste se ponía al rojo vivo. Posteriormente, de manera precipitada arrojaban agua fría sobre la roca, provocando la explosión.
El Azogue era el método que en ese tiempo utilizaban para obtener la plata, al mezclar el mineral con mercurio. Fue inventado por el español Bartolomé de Medina, en Pachuca. Con el paso del tiempo, dicho sistema se implementó en el mundo entero, durante un prolongado período.
Era interminable el camino de mulas cargadas de piedra extraída de la mina, la cual se pulverizaba en molinos que movían bestias, siguiendo el ritmo del látigo. Después, a las enormes tortas de lodo le agregaban mercurio, provocando el milagro: por reacción química, luego de revolver durante días sin descanso, la plata se separaba del resto, como aparecida por generación espontánea.

En el siglo XIX, con la nación mexicana independiente, los ingleses llegaron acompañados de la maquinaria de vapor. Por su parte la naturaleza contribuyó con frecuentes inundaciones en los tiros, dificultando la extracción. Aunado a lo anterior, el hecho de haber "arrastrado" sobre ruedas, desde la costa del golfo de México, hasta más de quinientos kilómetros tierra adentro, en el altiplano, toda esa maquinaria a través de selvas tropicales, jalada por docenas de bestias, que más de una vez fueron a dar a un barranco insalvable, junto con las máquinas traídas desde Cornwall, Inglaterra; sin contar la fiebre amarilla que mató a no pocos de esos aventureros, al fin lograron echar a andar una de las minas más memorables por su riqueza antaño, a la cual bautizaron como mina Dificultad, por razones obvias; y que hoy día sigue trabajando.
La electricidad vino de la mano con los norteamericanos, que compraron las minas en 1906. Con ella, en el clima frío de esa tierra montañosa, a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, como lo es todo centro minero mexicano, hicieron su aparición las lámparas eléctricas para sustituir a las de carburo; así como hornos, molinos, perforadoras y en general la infraestructura moderna.
Llegó gente de todo el mundo y de todas las ocupaciones, oficio o profesión, ante un nuevo auge platero en el territorio nacional; lo mismo médicos con vasta experiencia durante la Primera Guerra Mundial, enfermeras holandesas o mayordomos de Asia Menor, entre muchos más.
El gobierno mexicano adquirió la industria minera en la segunda mitad del siglo XX, y hasta la fecha; quedando en la memoria del país esas épocas de bonanza extraordinaria que dejaron profunda huella arquitectónica, culinaria, costumbrista. Su aliento, su muestra de grandeza en los Museos y Archivos Históricos de Minería, ubicados en distintas zonas del país, y que hoy pueden ser consultados por cualquier persona.
En todo el orbe está la plata mexicana, como metal sin pasaporte ni contraseña, con su brillo característico que le otorgó ciudadanía mundial desde que los indígenas descubrieron la primera veta, a flor de tierra, para posteriormente, "los hombres de acero", como los había profetizado Quetzalcóatl, o sea, los españoles con sus armaduras, admiraran el tesoro del emperador azteca Moctezuma, en la antigua Tenochtitlán.
Las minas de plata más ricas del mundo, como Rayas, en Guanajuato; El Edén, en Zacatecas; o Dificultad, en Real del Monte, con los túneles de todas ellas se podría construir uno entre Santiago de Chile y la Ciudad de Méxco.
Las crónicas españolas hablan del esplendor del oro, plata y piedras preciosas que adornaban los palacios aztecas. Ahora, aquella misma plata ha llegado a otros países, para quedarse.